Rafael Sánchez Saus | 05 de julio de 2019
El nuncio del Papa en España expuso la posición oficial de la Iglesia respecto a la exhumación de Franco, lo que ha provocado una dura respuesta del Gobierno en funciones.
Renzo Fratini, nadie lo dude, es un hombre discreto, aunque también pueda ser punzante, como muchos saben. Durante diez años de nuncio en España ha tenido ocasión de ejercer la primera virtud, incluso con maestría si se tienen en cuenta los momentos de España y de la Iglesia que le han tocado vivir. Pero es como si a la hora de despedirse y al cumplir 75 años, es decir, cuando nada ya le espera al regresar a Roma, hubiera sentido la necesidad de explayarse y mostrar ese otro rasgo de su carácter, menos conocido y, probablemente, más real.
Primero en una entrevista en Alfa y Omega, territorio amigo, donde calificó nada menos que como “democraturas”, es decir, un extraño híbrido de democracia y dictadura, a países irreprochablemente democráticos como Italia y Hungría, solo porque a él no le gustan algunas de sus políticas en relación con la inmigración y como si su sentir fuera el unánime de los católicos en esa cuestión. Luego acudió a otra cita, en este caso con Europa Press, y ahí ardió Troya.
Con los socialistas nada importa que los contentes nueve de cada diez veces si a la décima les sacas los colores
Ya saben, surgió el tema de la exhumación, más bien profanación, de los restos del que fuera jefe del Estado, Francisco Franco, y Renzo Fratini se limitó a repetir lo que ha sido la posición oficial de la Iglesia, que no la de la gran mayoría de los católicos, en esta cuestión: que es un asunto de la familia y del Gobierno, y que ella ni entierra ni desentierra sino todo lo contrario, siempre que no sea en la Almudena, lo que está por ver.
Y, de paso, recordaba un par de obviedades: que este era asunto olvidado que a nadie ni, especialmente, a la paz de los espíritus convenía remover: “Sinceramente, hay tantos problemas en el mundo y en España. ¿Por qué resucitarlo? Yo digo que han resucitado a Franco. Dejarlo en paz era mejor…”. Y para remate, hurgando en la sangrante herida del doctor Sánchez: “Se ha enaltecido [la figura de Franco] mucho más después de que se anunciara esto porque las visitas han aumentado, el problema ha regresado, mucha gente no sabía dónde estaba el Valle de los Caídos”.
Sánchez necesita la siembra de odio que don Renzo Fratini no comprende para evitar la senda hacia la nada electoral de toda la socialdemocracia europea
Ya sabemos cuál ha sido la descomedida reacción del Gobierno ante la opinión de un anciano cesante que, seguramente, hasta ayer creía conocer algo de España. No solo ha enviado una ridícula queja formal al Vaticano, nada menos que por injerencia; más aún, a través de la siempre inverosímil vicepresidenta Carmen Calvo, y dando la medida de lo que podría esperarse de este Gobierno si llegara a cuajar, ha amenazado con alterar el trato fiscal de la Iglesia española.
Hay que reconocer que la veterana política socialista ha evolucionado notablemente desde aquella sonada afirmación de que el dinero público no es de nadie. Ahora sostiene que los bienes de cualquiera pueden ser suyos si tiene el BOE a disposición. ¿Puede extrañar a alguien que el PSOE utilice el aparato fiscal del Estado como instrumento de venganza o coacción? De milagro no ha acusado a los curas de envenenar las fuentes. Y todavía habrá quien crea que en España, en manos de Gobiernos como este, puede la Iglesia renunciar sin más al Concordato que, mal que bien, apuntala su libertad.
Monseñor Fratini, en sus últimos y un poco amargos días entre nosotros, habrá podido aprender dos cosas: una, que con los socialistas nada importa que los contentes nueve de cada diez veces si a la décima les sacas los colores. Sánchez necesita la siembra de odio que don Renzo Fratini no comprende para evitar la senda hacia la nada electoral de toda la socialdemocracia europea. El recuerdo permanente de la Guerra Civil no es un capricho, es un pilar del nuevo régimen para el que trabaja la izquierda desde 2004.
En segundo lugar, que en la lista imaginaria de sus “democraturas” –me gusta el palabro- debería reservar un buen lugar para la España que deja, a un paso de verse bajo un Gobierno intervenido por comunistas bolivarianos, secesionistas supremacistas y cómplices de asesinos terroristas: “En Europa estamos viendo aparecer grupos que provocan divisiones, rupturas, casi como una nostalgia de las dictaduras”. Don Renzo Fratini, sin quererlo, lo ha clavado. Y no es del todo malo que la Iglesia española, tan de mañana, haya sido advertida de lo que, si puede suceder, sucederá.
Los socialistas patrios se han agarrado cual clavo ardiendo al cadáver del dictador, reviviendo así las miserias de la Guerra Civil, para tratar de cubrir el grave déficit ideológico que padece el histórico partido del puño y la rosa.